domingo, 20 de diciembre de 2009

XXIX

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Al término de una clase en la
Academia Budokan de Vale Tudo y Luta Livre Brasileira,
de Bs. As.
Con Mestre Carrizo Ortiz y alumnos.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

XXVIII

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ETAPAS DEL ARTE DE COMBATE QUE
GENÉRICAMENTE DENOMINAMOS KARATE.

Contra toda lógica,
suele prevalecer la tendencia que analiza Karate de forma estática,
congelada, petrificada,
como si hubiese sido siempre lo mismo.

Por lo tanto, todas las otras etapas de su desarrollo,
serían desde ese punto de vista “frizado”,
alteraciones, algo así como degeneraciones del original.

En mi caso, prefiero ver Karate como una continuidad histórica,
influido fuertemente por el “aquí y ahora”,
es decir, por el momento y lugar en que se desarrolló.

Consecuentemente, lo analizo considerando cinco etapas de desarrollo:

• El Toudi;
• El Uchinadi;
• El Karate;
• El Karatedo;
• El Karatedo deportivo.



El Toudi no era otra cosa que el Wushu, con nombre okinawense.
Es como los okinawenses denominaban al arte marcial chino.
Es por ejemplo, la época de las 36 familias,
de los intercambios de estudiantes y funcionarios entre Ryu Kyu y el continente;
todo lo que sabemos de esa época y está suficientemente documentado.
Era principalmente practicado por la aristocracia de las Ryu Kyu,
por la policía y por los mandos militares.
Por eso el Chin Na era tan importante en esa etapa.
Porque principalmente se utilizaba el arte de combate contra delincuentes,
generalmente en incidentes individuales.
Conocer los puntos de kyusho,
era por lo tanto, de gran utilidad.

El Uchinadi ya es el Te okinawense, es decir,
ya es una combinación del Toudi –aggiornado al paladar uchinanchu- mas
(ya sea que haya existido realmente como sistema
o como una elementalísima variedad de
efectivas técnicas de combate cuerpo a cuerpo)
el método de combate “propio” de Okinawa y,
sumada a ellos,
la resultante de la influencia que sin lugar a dudas
deben haber tenido dos hechos históricos decisivos:
las guerras civiles uchinanchues por la unificación del archipiélago,
mas la resistencia de liberación nacional contra
el invasor Satsuma proveniente de Japón.
Es imposible pensar que dos hechos semejantes
no tuvieran influencia en la evolución del arte de combate
que se fraguaba en Okinawa.
De todas esas contingencias surge el Uchinadi,
que es el primer verdadero arte de combate okinawense.
Es la asimilación, la “okinawización” del arte de combate chino,
mas las técnicas y experiencias de combate de las Ryu Kyu
(Muchas de estas técnicas,
habían llegado al archipiélago a partir de los intercambios comerciales
que los isleños mantenían con los pueblos vecinos
como Japón, Corea, Tailandia, etc., además de China)
A partir del Uchinadi, todo lo chino comienza a ser relativizado técnicamente.
Incluso el Chin Na pasa a segundo plano,
porque en la batalla, ya sea contra un enemigo del mismo origen
–como pudo suceder durante las luchas civiles-,
o contra el invasor japonés, un Samurái, por ejemplo,
se requerían unas pocas técnicas letales,
al margen de cualquier sutileza.
En tales condiciones,
nadie intentaría encontrar el punto de Kyusho
a un enemigo que embestía armado,
estaba acorazado por la armadura
y muchas veces montado a caballo…
El Uchinadi no pretendía la estética sino la muerte.
En relación a la técnica,
era necesario disponer de “un cañonazo”,
ya fuera en el puño o en la patada.
Quizá como recurso complementario,
pudiera disponerse de algún objeto (un palo, el futuro bo)
o herramienta de trabajo (nunchaku, Kama, etc.)
Es decir, aquellos recursos primitivos que
derivarían en el Kobujutsu primero y en el Kobudo, después.

El Karate es la creación, principalmente, de Sensei Itosu.
A partir de la Restauración de Meiji,
Okinawa pasa a ser dominio definitivo de Japón.
La práctica clandestina llega a su fin
y se busca integrar el Uchinadi en el
sistema de educación civil (escuelas secundarias)
y militar (cuarteles y policía),
para formar jóvenes sanos, futuros soldados que contribuyan
a extender los dominios imperiales.
Japón piensa en la expansión por la guerra,
en busca del espacio vital.
Meiji, Taisho y Showa son tres eras marcadamente chovinistas.
Erróneamente se cree que fueron tiempos decadentes,
donde los temibles samuráis cedieron su protagonismo
a los a los débiles Meiji y posteriores, cuando en realidad,
nunca en su historia antes de Meiji,
Japón había tenido semejante vocación expansionista y guerrera
(Sobran ejemplos de las atrocidades que concretaron
desde entonces, contra otros pueblos)
La reformulación del Uchinadi en Karate,
será parte de esa necesidad.
De ahí la práctica grupal y la simplificación aún mayor de movimientos
–que ya había comenzado con el Uchinadi-,
decantados en técnicas directas,
fuera de toda sofisticación.
Era urgente volcar los mayores recursos disponibles
para formar mejores soldados que pelearan en las guerras de conquista.
El Karate, podía ser –y fue-, una herramienta útil, a ese fin.

Karatedo tiene que ver con O Sensei Funakoshi,
con la entrada de Karate a Japón y la intención de Funakoshi
(con la ayuda de Kano, padre del Judo)
de asimilar Karate a las Artes Marciales (Bugei) japonesas,
las que hacía mucho ya, habían reemplazado el Jutsu por el Do.
Ese cambio, de ninguna manera había significado
reblandecer las distintas Bugei.
En el caso de Karatedo, Funakoshi ciertamente fue un probado pacifista,
un espíritu superior.
No obstante, buena parte de la vieja guardia de sus alumnos,
marcharon a la guerra como voluntarios.
Nunca como entonces Japón conoció un
espíritu nacional más beligerante, Karatecas incluidos.

Sabemos que las consecuencias de esas políticas las pagó todo Japón
(Hiroshima y Nagasaki, bombas atómicas arrojadas sobre población indefensa
por los muy “democráticos” americanos,
con la complicidad de sus –tan democráticos como ellos-, aliados)
incluida Okinawa (Batalla de Okinawa,
con más de 100. 000 muertos,
instalación de bases militares americanas permanentes,
reparaciones -tributos- de guerra, etc.)

Perdida la guerra, Japón se propone y logra, integrarse
como “ciudadanos del mundo”,
“pro occidentales y democráticos”,
racionales y pacíficos.
Toda reminiscencia marcial,
alusión a violencia y similares,
será desechada de raíz, tajantemente descartada.

De ese obligado y –convengamos- preferible espíritu pacificista y no violento,
nace el Karatedo deportivo
(que incluirá su comercialización);
de la impostergable necesidad de mostrarse al mundo
como seres enteramente civilizados.
FAJKO, luego WUKO, hoy WKF serán los instrumentos del karatedo deportivo.
Paralelamente, otros interpretarán el fenómeno deportivo
como no necesariamente ajeno al Budo.
Tales los casos del Oyama Karate Kyokushinkai y
Kudo Daido Juku Karate de Azuma Takashi.
Pero más allá de los diferentes criterios
(más duros o mas light),
habiendo reglamentos de por medio,
siempre se estará hablando de Karatedo deportivo.

-Takashi Azuma, fundador en 1981 de
Kudo: Daido Juku Karate -

La pregunta ¿Qué es Karate? encierra en sí misma
un tema complicado.
Se requiere amplitud de criterio,
ser muy honesto para reconocer que lo que
cada uno de nosotros practica
es simplemente lo que uno desea practicar.
Que en ese sentido,
karate es como un tren en el que cada uno sube y baja en una estación,
según sus necesidades.
Y no pretender hacer pasar por exclusivo,
auténtico, tradicional,
algo que solo es una variante más –la que uno eligió-,
del arte de combate que nació en China,
pasó por Okinawa y Japón,
y desembarcó mucho después en Occidente.

Por ejemplo,
muchos insisten en afirmar que practican karate tradicional
¿Cuál sería ese karate tradicional?
Como muy lejano en el tiempo,
el que enseñó Itosu,
ya que nadie seriamente puede hoy sostener
que practica Uchinadi o Toudi,
ambos definitivamente extintos.

¿Qué llegó a nosotros del Karate de Itosu?
Además de algunos breves escritos,
absolutamente insuficientes para teorizar un sistema,
los katas que modificó y difundió.
Solamente.
Los análisis, las interpretaciones que de
ese legado se hicieron posteriormente y hasta la actualidad,
son producto, en el mejor de los casos, de sus alumnos y,
ya más acá en el tiempo,
de alumnos, de alumnos, de alumnos, de sus alumnos…
A esta altura,
no será válido e incluso harto prudente preguntarse
si no estaremos practicando solo la cáscara,
lo exterior, de lo que pudo haber enseñado Sensei Itosu
hasta las primeras décadas del siglo XX.

Es completamente legítimo intentar
trazar una filiación histórica lo más rigurosa posible.
Pero para conocer las raíces, no para congelarse allí.
Tomar de la tradición, aquello vigente.
Y seguir desarrollando Karate, evolucionando.
Tradición y evolución, deben ir juntas, para no estancarse.

Los pueblos y culturas seguros de sí mismos,
asimilan, “digieren” lo universal, para recrear lo propio.
Por ejemplo, cuando el Budismo llegó a China desde India,
hubo dos posturas.
Una, la que podríamos calificar de Budismo en China que era,
simplemente,
el Budismo de India, pero en China.
Una reproducción, nada más.
La otra, posterior, el Budismo Chino,
es decir, la asimilación del Budismo a la tradición china,
sintetizándolo con el Taoísmo y el Confucionismo.
Nació así el Ch´an.

Cuando los japoneses incursionaron en el Ch´an,
lo asimilaron, lo procesaron.
Nació el Zen, que no era estrictamente, el Ch´an.

No se puede copiar todo el tiempo y menos,
aspectos anacrónicos que ya no tienen sentido,
porque fueron superados por la evolución.

Recordemos que en 2009,
Karate cumplió 50 años en Argentina,
es decir, hace mucho tiempo que alcanzó
la mayoría de edad.
Sería importante entonces
que se pudiera comenzar a pensar el arte de combate,
como un camino de vida,
como un sistema de autodefensa personal real, callejera,
y como un moderno deporte de combate.

viernes, 20 de noviembre de 2009

XXVII

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ARTES DE COMBATE:
LO QUE VA DE AYER A HOY
Una noche, cenábamos en un
restaurante de Buenos Aires
con mi mujer y unos amigos suyos
de la Universidad.
Profesionales ambos,
Licenciada en Ciencias de la Educación y psicólogo.

En un momento,
ella preguntó acerca de mi trabajo.
Dije: "Periodista".
Quisieron saber más.
"Soy Director Editorial de una revista especializada
en Artes Marciales Tradicionales y Modernas", agregué.

Puedo todavía recordar su reacción
de indisimulado asombro.
Gente culta, era incomprensible para ellos
que alguien a quien también
valoraban como tal,
pudiera dedicarse a "eso".

Se entiende. El común de la gente suele conocer
de las Artes de Combate,
principalmente lo que difunden el cine,
los video juegos y los juegos para computadora.
Nada de su verdadera tradición y espíritu.

La difusión masiva de las Artes de Combate orientales
en occidente desde la posguerra -1945-,
tuvo innegablemente muchos aspectos positivos
que deben ser justamente valorados.
Pero no menos cierto es que paralelamente
fueron perdiendo, al menos en parte, muchos de sus
contenidos y postulados originales.
Hasta cierto punto, era de esperar.
No era igual difundirlas en su lugar de origen,
donde las practicaban aquéllos
que las habían visto nacer y desarrollarse,
y podían entender con un simple gesto o movimiento,
que llevarlas a todo el mundo
para que fueran practicadas
por pueblos con una cultura escasamente afín a éstas.
A las dificultades de orden cultural,
se sumaba además la insuficiencia de
recursos humanos idóneos como
para hacer frente a toda la demanda.

Merece ser destacado que,
las Artes de Combate orientales,
fueron inicialmente difundidas en Occidente
entre pueblos que,
o bien tenían una tradición cultural propia de siglos,
como los europeos,
o bien se consideraban a sí mismos el centro del universo,
como los norteamericanos.
Ambos, europeos y estadounidenses,
venían de derrotar militarmente al Japón
en la Gran Guerra
(las Artes de Combate japonesas fueron
las primeras en difundirse a gran escala en Occidente)
¿Qué podían aportar los vencidos
a su rica tradición espiritual?,
se preguntaban quienes,
circunstancialmente junto a Stalin –ese siniestro oso ruso-,
se habían convertido en los nuevos amos del mundo.

Inicialmente, los militares que integraban las fuerzas de ocupación,
dudaban de la utilidad que las Artes de Combate orientales
podían tener para la defensa personal y la formación del soldado.


No obstante, algunos significativos incidentes
que tuvieron como protagonistas
a elementos de la fuerza de ocupación,
y a ciudadanos japoneses, como asimismo,
descubrimientos que la inteligencia militar aliada
fue haciendo de las distintas Bugei (Artes Marciales)
convencieron a las autoridades norteamericanas
de la necesidad de profundizar en
el conocimiento de esas Artes de Combate.

Muchos de los primeros difusores en Occidente
de las Artes de Combate orientales,
fueron aquellos militares -de todas las jerarquías- que,
de regreso a su patria,
transmitieron los conocimientos
que habían adquirido
durante su destino militar en Oriente,
particularmente en Japón (incluida por supuesto Okinawa),
pero también China, Corea, Tailandia, Filipinas,
entre otros países.

Poco después, fueron radicándose en Europa y América del Norte
los primeros maestros orientales,
quienes habrían de convertirse en los pioneros
de las distintas disciplinas marciales.
Para ellos, la barrera idiomática fue un primer e insalvable obstáculo,
nunca del todo superado.
Si en sus lugares de origen,
bastaba con mostrar el Arte y hablar sólo lo estrictamente necesario,
de este lado del planeta,
la cuestión era infinitamente más complicada.
Especialmente, porque a decir de Nakayama Sensei:
"Los americanos y europeos no dejaban nunca de preguntar.
¿Por qué esto? ¿Por qué aquello?
¿Por qué pongo el puño así y no de esta otra forma?
Cuestionaban todo".

¿Y en América Latina?
¿Cómo fueron introducidas las Artes de Combate?
Una historia detallada está aún por escribirse.
Sí sabemos, que los primeros Maestros orientales
llegaban escapando de la inminente guerra,
o posteriormente, de sus tremendos efectos.
La reconstrucción del Japón,
efectivamente instrumentada por Estados Unidos,
no fue por eso menos traumática
y muchos ciudadanos nipones optaron por emigrar.

A diferencia de Europa y Estados Unidos,
donde encontraron pueblos asumidos como protagonistas
o líderes mundiales,
en nuestras tierras conocieron un pueblo en general dócil
-y aun con excepciones-,
más acostumbrado a someterse,
que a sostener su propia identidad ante extranjeros.

A pesar de sus antecedentes históricos y culturales,
América Latina rara vez mostró coherencia interna;
más bien se presentó hacia afuera
como una dispar convivencia de voluntades y espíritus.
Esta debilidad muchas veces se expresa en su gente
y suele ser fácilmente percibida desde el exterior,
como una invitación al avasallamiento.

Si en Europa y Estados Unidos,
los Maestros orientales se encontraron haciendo frente
a personas y cuestiones conflictivas,
en América Latina en cambio,
fueron casi indiscriminadamente reverenciados.
Muchos de los primeros Maestros orientales
que difundieron las distintas disciplinas,
eran indudablemente buenas personas,
moralmente honestos y técnicamente idóneos.
Algunos de ellos, eran además, verdaderamente sabios.
Pero los había también sumamente limitados.

Según esas diferentes cualidades personales,
se dirigieron a sus alumnos,
los naturales de la tierra,
o con sincera humildad y genuina vocación docente,
o con un autoritarismo y verticalidad incuestionables,
muy propios de mentalidades débiles.
La elemental excusa de las dificultades idiomáticas,
no puede aplicarse en estos casos para justificarlos.

"Shun Matsubara,
uno de los Maestros japoneses
pioneros del Judo en Argentina,
era vecino de Villa Celina.
Hombre valorado
-también por su serena y respetuosa personalidad-
lo era especialmente por su real condición
de Maestro del Budo,
esa combinación de sabiduría y fortaleza física y mental
que puede percibirse por pura presencia, mas allá de las palabras.

Nosotros éramos por entonces jóvenes revoltosos que,
de acuerdo a los códigos en uso, funcionábamos en "barra".
Barrio de monobloques con grandes espacios libres
en su planta baja,
solíamos juntarnos allí a jugar fútbol y disfrutar
de todas las actividades propias de
cualquier "horda adolescente"
Muchas veces,
las -ahora entiendo que justificadas-
quejas de los vecinos se hacían sentir.
Éramos realmente insoportables,
pero en el único sentido de molestos,
sólo en ese.
Principalmente porque en las noches de verano,
cuando estábamos de vacaciones por el receso escolar,
permanecíamos reunidos allí durante la madrugada.
Y el barrio, claro está, no dormía.
A cada monobloque se podía acceder
por cuatro entradas diferentes dispuestas en línea
y separadas entre sí unos 20 metros.
El Maestro vivía en la segunda.
Nosotros parábamos indistintamente
en cualquiera de las otras tres.
Nunca lo hicimos debajo de la línea de ventanas
que llegaba hasta su departamento.
No por temor.
Ni siquiera era algo
conversado entre nosotros.
Creo que simplemente todos intuíamos
que molestarlo, era ofender a un hombre insigne.
Lo respetábamos instintivamente,
con total naturalidad.
Lo sentíamos especial,
portador de una autoridad
que emanaba del mérito.
Ese hombre
-como muchos de sus connacionales-
de pequeña talla física;
referente de una cultura exótica
y una tradición marcial escasamente difundida,
sin palabras, solo siendo sabio y fuerte, educaba"
Durante los primeros años,
aquellos Maestros que de verdad lo eran,
se ocuparon de difundir las Artes de Combate,
haciendo frente a todas las dificultades,
principalmente las de orden cultural e idiomático,
pero también las económicas.
Casi siempre contaron con la entusiasta colaboración
de sus primeros alumnos/discípulos,
quienes luego se convertirían en la
primera "horneada" autóctona de instructores.
En general, la práctica asentaba principalmente
en la técnica (su repetición hasta el infinito),
como un método para alcanzar
la perfección y la resistencia física y mental.
El entrenamiento era ciertamente duro;
muchas veces hasta el límite de lo humano.
Salvo en el Judo, el criterio deportivo no existía.
Se trabajaba para convertir el cuerpo en un arma.
Paralelamente eran asimiladas
-principalmente copiando y repitiendo-
nociones elementales de cultura oriental,
particularmente aquellas referidas
a la etiqueta en el dojo.
Esta situación se mantuvo casi inalterada
durante décadas.
Con los años, comenzaron a disputarse los primeros torneos,
utilizando reglamentaciones particulares
para cada disciplina,
aunque todas intentaban preservar la pureza técnica,
y limitar la variedad de las mismas
a aquéllas cuya ejecución fuera compatible
con un estricto autocontrol.
Lentamente, más y más adeptos se fueron incorporando
a la práctica de las distintas Artes de Combate.
Y por supuesto, algunas
se extendieron más rápidamente que otras.

Hasta aquí las Artes de Combate bien podían ser consideradas
como sistemas de educación psicofísica,
basados en la práctica constante de contundentes
(a veces letales) técnicas de autodefensa
con o sin armas.
En algunos casos, eran también disciplinas
formativas de una personalidad ética.

En algún momento de su difusión,
las Artes de Combate
mundialmente consideradas,
"explotaron".
De pronto, mucha gente
comenzó a interesarse en ellas.
Los medios se hicieron eco de ese interés
y lo devolvieron multiplicado y especialmente desvirtuado,
en revistas, libros, TV, cine;
más tarde, en videos, video juegos,
juegos para computadora, a través de los cuales
se instrumentó un negocio planetario.
Claro que el interés de la gente existía.
Nadie puede inventar,
mucho menos sostener en el tiempo,
semejante iniciativa.
Pero enfrentados a un crecimiento legítimo de
las escuelas y artes tradicionales,
como resultado del verdadero interés
de muchos por practicar,
de la noche a la mañana surgieron
"calificados Maestros",
graduaciones insólitas,
nuevas "Artes Marciales"...

Se generalizó a través de los medios
una difusión que desvirtuaba hasta lo patético
los fundamentos de las distintas Artes de Combate orientales.

Progresivamente, muchos -no todos- entre aquéllos
que se habían acercado a practicarlas
iniciando una búsqueda personal,
un camino de vida,
se fueron decepcionando y las abandonaron.

No obstante, consideradas en términos estrictamente cuantitativos,
las distintas especialidades fueron creciendo,
sumando más y más adeptos a sus filas
en todo el mundo, hasta ser millones.

Los medios siguieron siendo
muy importantes, a estos efectos.

Aunque muchas escuelas y artes tradicionales
continuaron fieles a sus orígenes
(no me refiero aquí a la técnica sino al Do,
a mantenerse como verdaderas "escuelas de vida"),
aun dentro de las mismas
se produjeron divisiones,
aunque muchas veces utilizaron los mismos nombres
con algún agregado,
o se crearon estilos "libres"
y nuevas disciplinas.

Básicamente, todos se proponían difundir de forma masiva,
aprovechando el creciente interés de la gente
en las Artes de Combate,
su propio o ya impuesto sistema,
a veces efectivo para la defensa personal,
otras veces no tanto.
Casi siempre teniendo la competencia deportiva
como el principal, si no excluyente objetivo,
y manteniendo, al menos en principio,
la indumentaria y especialmente,
el sistema de graduaciones,
propios de las disciplinas tradicionales.

En síntesis, las Artes de Combate orientales
vivieron una suerte de "aggiornamiento",
una adecuación a lo que la mayoría
de sus referentes consideraron
que era la demanda del momento.
Muchos de ellos impulsaron estos cambios
genuinamente convencidos,
con total honestidad.
Hubo también quienes los acompañaron
por simple ignorancia,
porque "todos iban para allá".
Y hubo finalmente quienes vislumbraron
en el futuro inmediato un negocio comercial
de verdaderas proporciones.

Desde entonces, el común de la gente pasó a identificar
a las Artes de Combate orientales
con estos sistemas y modalidad de enseñanza,
a tal punto que la mayoría de los padres
que son consultados respecto de las motivaciones
por las cuales envían a sus hijos a entrenar,
generalmente responden:
"Para que sepa defenderse y aprenda disciplina".

Producto de la inseguridad reinante,
la preocupación de los padres porque sus hijos
aprendan a defenderse, aparece como prioritaria.

Producto de la propia confusión existencial
de los padres, respecto de lo que significa educar,
la preocupación por disciplinarlos
(en realidad, domesticarlos)
se torna para ellos urgente,
mas bien desesperante.

Pero las Artes de Combate,
son sistemas que van mucho más allá
de la mera autodefensa y el amansamiento de los sujetos.
Requieren ineludiblemente de una práctica efectiva,
podríamos llamarla contundente.
Pero esencialmente, las artes de combate
son o deberían ser "Escuelas de Vida",
espacios de autoconocimiento,
afirmación de la personalidad
y construcción de aquellos valores humanos universales
que hacen la formación de
personas honestas, y ciudadanos responsables
y atentos a las necesidades del prójimo.
Es responsabilidad de quienes las practicamos
y difundimos idónea, honesta y profesionalmente,
contribuir a posicionarlas nuevamente,
en el lugar que deben genuinamente ocupar.

domingo, 18 de octubre de 2009

XXVI

Jean Ives Theriault, en una fotografía actual.
Uno de los mas grandes competidores de Full Contact
de todas las épocas.
-Fotografía, gentileza Maestro Claudio Iedwab-

lunes, 14 de septiembre de 2009

XXV

Dominique "Le King" Valera.

Seminario - Bruselas - 1978.

sábado, 12 de septiembre de 2009

XXIV

SALUD Y ARTES DE COMBATE
Haremos referencia a la salud
-de forma muy general por supuesto-
en relación a las Artes de Combate.

Podemos permitirnos hacer mención a algunas cuestiones que de tan obvias,
difícilmente alguien cuestione abordarlas
desde la propia experiencia de práctica.
Incluso desde la investigación periodística,
habiendo analizado trabajos de muy destacados especialistas,
a los cuales cito en la Bibliografía y recomiendo leer,
y de los cuales confío haber interpretado cabalmente
su pensamiento en los aspectos generales.

No obstante, quiero insistir acerca de la absoluta necesidad
de recurrir puntualmente a un
médico deportólogo -o cardiólogo-
que dé el apto médico,
antes de empezar a practicar Artes de Combate.



Practicarlas responsablemente equivale a cuidar y energizar nuestro cuerpo.
O lo que es igual, a sentirnos bien, a estar saludables.
Conservar la salud es -o debería ser- de la mayor importancia para cada uno.
Sin embargo, no siempre lo entendemos así y preferimos
priorizar otras cuestiones, muchas veces accesorias.
Es como si hubiéramos perdido la capacidad de diferenciar
entre lo importante y lo urgente.
Hemos perdido el equilibrio.
La práctica seria y responsable de las Artes de Combate
nos permite recuperar ese equilibrio y mantener la salud.

Cuando entrenamos con regularidad, permitimos a nuestro organismo
la secreción de endorfinas, hormonas a las que suele llamarse "del sentirse bien".
En cambio las del estrés, son la adrenalina y el cortisol,
que segregamos con mayor frecuencia.
Cuando no entrenamos regularmente,
nos estamos privando de esa sensación de plenitud
que proporciona el ejercicio físico.
No hay mejor forma de cuidar nuestra salud y mejorar nuestro estado físico,
que entrenar con regularidad, alimentarnos bien y descansar lo necesario.

Las enfermedades cardiovasculares, los accidentes cerebrovasculares,
la hipertensión arterial y la obesidad, están íntimamente asociados
al llamado Síndrome metabólico del sedentarismo,
es decir, a una mala dieta y a una rutina sedentaria.
Cuando entrenamos responsablemente, estamos
evitando el envejecimiento prematuro,
mejoramos nuestro tono y fuerza muscular;
prevenimos la pérdida de masa ósea,
los huesos se mantienen fuertes y alejamos la posibilidad de fracturas;
aceleramos nuestro metabolismo evitando la acumulación de grasa,
especialmente en el tronco y zona abdominal,
que es peligrosa para la salud del corazón;
mejora la composición corporal, el equilibrio,
la coordinación y nuestro humor;
combatimos el estrés, la depresión y la ansiedad;
mejora la calidad del sueño, la actividad sexual, la flexibilidad;
prevenimos la hipertensión arterial leve y moderada
y los accidentes cerebrovasculares.


El entrenamiento beneficia además el metabolismo basal
("la energía básica necesaria para mantener los
procesos involuntarios de nuestro cuerpo en reposo -1-)
Con la edad, esta necesidad de energía va disminuyendo,
por lo tanto, aunque comamos lo mismo y en las mismas cantidades,
no podemos evitar subir de peso.
Sólo el ejercicio físico actúa como un acelerador natural
del metabolismo basal, en tanto que el sedentarismo lo enlentece.
El entrenamiento es la única garantía para
controlar el peso corporal y prevenir la obesidad.

La práctica responsable de las Artes de Combate
está ligada al mantenimiento de la salud,
y ésta a su vez, a la posibilidad de vivir más tiempo y mejor.
No se trata simplemente de prolongar la existencia.
Si al llegar a la vejez pasamos a ser absolutamente dependientes,
sufrimos tremendos dolores, necesitamos consumir cantidades de medicamentos....

El envejecimiento está muy ligado a la falta de cuidados de nuestro cuerpo.
En gran medida, podemos elegir la vejez que deseamos vivir,
sólo que esa elección debemos hacerla mucho antes
(debería hacerse en la infancia),
cuando aún es posible prevenir nefastas consecuencias.
El entrenamiento regular, debe permitirnos mantener
sanos el corazón, las arterias, los pulmones y el esqueleto;
y conservar el cuerpo con bajo porcentaje graso y flexible.


El acondicionamiento físico debe ser particularizado,
es decir, ajustado a cada persona y a cada objetivo.
No tendrán la misma exigencia un atleta de élite y
alguien que practica Artes de Combate de forma recreativa.
No obstante, todos los adelantos y descubrimientos realizados
para los primeros que puedan ser trasladados a la población general de practicantes,
deben ser utilizados para beneficio de todos.

Cuando digo atletas de élite,
hago referencia principalmente al nivel de competencia
(olímpica, campeonatos mundiales, torneos internacionales, entre otros),
no particularmente al entrenamiento en sí.
Es decir, suele definirse al alto rendimiento como
"la habilidad de realizar gestos deportivos de calidad
y la capacidad de reiterarlos varias veces " -2-.
En principio, nada impide que esta habilidad y capacidad
puedan ser desarrolladas no sólo por el atleta de élite,
sino también por el practicante recreativo.
Lo verdaderamente importante en esta cuestión,
es no realizar un entrenamiento que sea contraproducente,
o dicho de otra forma, que esté contraindicado para la especialidad
en la que el atleta se desempeña.
Mucho menos, por supuesto, contraindicado para la salud.
Por ejemplo, salir a correr varios kilómetros
para ganar resistencia cardiovascular es contraproducente,
está absolutamente contraindicado para quien
practica alguna de las Artes de Combate,
porque atenta contra la producción de altos niveles de potencia y velocidad.
Cualquier forma de entrenamiento de la resistencia para estos atletas,
debe contemplar que no pierdan potencia,
coordinación y velocidad, por ejemplo en circuitos diseñados al efecto,
o realizando combates de mayor duración.
Esto es tan válido para el atleta de élite,
como para el practicante recreativo.
Mientras que los primeros lo saben perfectamente,
los segundos en cambio, generalmente no lo toman en cuenta.


Otro error frecuente se produce en torno al tema de la hipertrofia muscular.
Nadie niega la necesidad del trabajo de sobrecarga
en el entrenamiento de las Artes de Combate.
En absoluto. La fuerza, la velocidad, la potencia y el tiempo de reacción
son decisivos en éstas, y las distintas rutinas de trabajo con pesas,
científicamente organizadas y particularizadas para cada atleta,
conforman la sólida base sobre la que asienta
la evolución individual en el Arte.

Pero en las Artes de Combate, no podemos entrenar con pesas con un criterio
orientado principalmente a mejorar la apariencia,
ya que esto no implica que necesariamente
también estemos mejorando nuestra eficiencia.


Los ejercicios indicados para fisicoculturismo
generalmente no son los que se corresponden con
aquéllos recomendados para las Artes de Combate.

Lo primero a tener en cuenta son las características de la especialidad
en la que nos desempeñamos, es decir, si practicamos Artes de Combate que,
genéricamente consideradas, se basan en golpes traumáticos
(Full Contact, Karate o similares),
de forcejeo (lucha, Judo, entre otros),
o una combinación de ambos (Vale Tudo)

Quienes se ubican en el primer grupo,
deben priorizar el trabajo de las fibras explosivas,
no la hipertrofia muscular.
Los del segundo grupo, en cambio,
priorizarán las fibras rápidas y también la hipertrofia muscular.
Los del tercer grupo, habrán de requerir una combinación de ambos entrenamientos.
En Vale Tudo, por ejemplo, se dan forcejeos de
intensidades submáximas y velocidades controladas,
junto a movimientos repentinos y violentos.
Por lo tanto, atletas notoriamente hipertrofiados,
deben ser a la vez, veloces y potentes.
Nada fácil, por cierto.
Lograrlo requiere de una muy estricta planificación,
del trabajo y una total contracción a esa planificación,
por parte del atleta -3-.
Para cerrar el tema, diremos algo que pueda tranquilizar
a todos aquéllos que necesiten, a la vez ser efectivos
y "verse bien": aun quienes centran su rutina en las fibras explosivas,
pueden lograr con años de trabajo,
lo que se llama hipertrofia activada,
que si bien no es tan espectacular como la alcanzada por un fisicoculturista,
responde efectivamente a las necesidades de
un practicante de las disciplinas de combate.
El ex campeón mundial de boxeo de los pesos completos,
Evander Holyfield, es un claro ejemplo.


Por último, algunas consideraciones en torno a la flexibilidad.
La práctica de las Artes de Combate y mucho más aún
el entrenamiento con sobrecarga,
inevitablemente producen y acumulan gran tensión muscular.
Es necesario reducir esta tensión para devolver
a cada músculo un movimiento más libre,
a través de los ejercicios de estiramiento.

Éstos deben adaptarse a la estructura muscular,
al grado presente de flexibilidad
y al estado concreto de tensión muscular.

Se debe trabajar con suavidad, lentamente, adecuando la respiración
(que debe ser lenta, rítmica, controlada);
sostenidamente, es decir, sin rebote, totalmente relajados
(la tensión mental también produce tensión muscular)
Contrariamente a lo que suele creerse,
el trabajo de estiramiento correcto es indoloro.
Es necesario concentrarse en el trabajo de flexibilidad,
el fortalecimiento y tonificación de la musculatura;
y de movilidad articular, de la cadera y de la columna vertebral
("tenemos la edad de nues¬tra columna")
Se puede recuperar, sostener y mejorar la flexibilidad corporal con constancia.
La clave del éxito está en la regularidad y moderación.
Todos podemos aprender a elongar, independientemente de la edad.
Y es conveniente acostumbrarnos a estirar en cualquier momento del día:
mientras vemos TV, entre tareas en nuestra actividad profesional,
luego de conducir un vehículo, antes y después
de cualquier actividad física, entre otros.
Desarrollar al máximo la flexibilidad corporal nos permite convertir
el cuerpo en una herramienta apta
para responder a cualquier exigencia (natural)
La flexibilidad enriquece los conocimientos marciales.
Los movimientos se vuelven más fluidos;
se alcanza un mayor dominio del cuerpo
y un superior control de la técnica.


Además, y esto no es una cuestión menor,
nos permite sentirnos mejor con nuestro propio cuerpo.
***
-1- Sangenis, Patricia, "Mi método para estar en forma definitivamente", Grupo Editorial Norma".
-2- Anselmi, Horacio, "Manual de fuerza, potencia y acondicionamiento físico". Edición del Autor.
-3- Ver Anselmi, Horacio, "Potencia para los deportes de combate", Editorial Kier.

domingo, 6 de septiembre de 2009

XXIII

Tres excelentes videos sobre defensa personal real, callejera,

a cargo del Maestro Pablo López.

(http://pabloautodefensapersonal.blogspot.com),

Advertencia:

No intente realizar estas técnicas

sin la guía de un instructor idoneo.

XXII

Claudio Veiga (der.) con Pablo López.

-Clickee en la imagen, para ampliar-

Pablo López es taoísta y un experimentado

karateca y practicante de artes marciales chinas internas,

además de creador del Sistema de Defensa Personal Extrema.
Con Pablo nos conocimos hace 35 años en el
Polideportivo de Pque. Chacabuco,
cuando ambos comenzamos a practicar
Karatedo Shudokan Kenshukai
a las órdenes del Maestro Jorge Nicolás Gallo.

Hace días volvimos a encontrarnos en el marco
de varias exhibiciones de AA MM que ofrecieron en
Pque. Chacabuco, escuelas que funcionan gratuitamente
en distintos polideportivos de la Ciudad de Bs. As.
Una alegría personal saber que continúa plenamente activo,
principalmente orientado a las clases
particulares de Karatedo y protección y custodia VIP.

Quienes visiten su blog
podrán apreciar su trabajo y realizarle las consultas necesarias

Pablo López (izq.), con el

Maestro Jorge Nicolás Gallo.

-Clickee en la imagen, para ampliar-

jueves, 20 de agosto de 2009

XXI


-Clickee en la imagen, para ampliar-

XX


Ryu Kyu Te / Mano de Ryu Kyu
(Caligrafía de Oyata Seiyu)

jueves, 4 de junio de 2009

ADIOS PEQUEÑO SALTAMONTES:


A LOS 72 AÑOS,
MURIO DAVID CARRADINE
El adiós de Kwai Chang Caine

Fue su personaje más célebre, pero estuvo muy lejos de ser lo único que hizo:
Carradine no sólo fue una figura de la contracultura,
sino que también actuó a las órdenes de Ingmar Bergman.
Y, claro, fue el Bill de Tarantino.


Las filmografías atestiguan que hizo más de cien películas
e incontables programas de televisión,
pero el público lo identificará para siempre como Kwai Chang Caine,
el impasible monje budista de la serie Kung Fu,
que en los años ‘70
–cuando el hippismo fue definitivamente asimilado por la sociedad del espectáculo–
supo instalar en el imaginario colectivo la idea de que
artes marciales y paz espiritual podían ir de la mano.

La muerte encontró el miércoles a David Carradine
en la habitación de un hotel en Bangkok,
donde el actor estaba filmando una película para el productor Chuck Binder,
quien descubrió su cuerpo sin vida.

Según el diario tailandés The Nation,
que cita fuentes policiales, Carradine se habría suicidado.

Tenía 72 años, cinco matrimonios, cuatro divorcios
y toda una leyenda asociada a su linaje familiar
y a su perfil como figura de la contracultura
de la escena estadounidense.


Hijo de John Carradine,
uno de los grandes actores de reparto
del Hollywood de la era de oro,
David –nacido el 8 de diciembre de 1936– heredó de su padre
no sólo un rostro que parecía tallado a cuchillo
sino además una vocación por el cine que también
pegó en sus hermanos menores, Keith y Robert Carradine,
y que él a su vez transmitió a sus hijas Calista y Kansas, también actrices.

Nacido en Hollywood,
David estudió en la Universidad de San Francisco,
primero teoría y composición musical para inclinarse luego
por la carrera de Arte Dramático y hacer sus primeras armas
en una compañía estudiantil shakespeariana.

En 1965, ya en Nueva York,
la repercusión que tuvo en Broadway
su protagónico en The Royal Hunt of the Sun,
donde interpretaba a un joven rey inca,
lo devolvió a Hollywood, donde enseguida encontró lugar
en incontables series de televisión,
desde La ley del revolver hasta Ironside pasando por Galería nocturna.


El protagónico de Kung Fu

–que le valió un premio Emmy al mejor actor
por la primera de sus tres temporadas–
coincidió a su vez con una de sus películas fundamentales,
Pasajeros profesionales (Boxcar Bertha, 1972),
uno de los mejores y menos conocidos films de Martin Scorsese.

Allí, con producción de Roger Corman y junto a Barbara Hershey,
daba vida a un indómito líder sindical enfrentado a
la violenta corporación del ferrocarril durante la Gran Depresión,
un luchador que terminaba
–en una metáfora católica típica del cine de Scorsese–
crucificado en un vagón de carga.


También con producción de Corman filmó a las órdenes
del director Paul Bartel la fantasía futurista Death Race 2000 (1975)
y la road movie Cannonball, carrera contra la muerte (1976)

Pero Carradine daría un nuevo salto en su carrera
cuando se puso en la piel del mítico trovador Woody Guthrie en Bound for Glory (1976),
de Hal Ashby, donde reforzó su identificación entre persona y personaje,
un rebelde dando vida a otro legendario rebelde.



Inmediatamente después, Carradine fue convocado
por el gran director sueco Ingmar Bergman para El huevo de la serpiente (1978),
donde interpretó a un acróbata de circo estadounidense
perdido en la República de Weimar de 1923,
acosada por la inflación y los primeros signos de un nazismo incipiente.

Que Bergman pusiera a su musa Liv Ullmann
como coprotagonista da testimonio de la confianza
que tenía en Carradine, quizás no tanto por su virtuosismo dramático
como por su fuerte personalidad y potente presencia en cámara.


Ese temperamento volvería a ser clave en Cabalgata infernal (1980),
notable western dirigido por Walter Hill en el cual Carradine
interpretó a Cole, el mayor de los hermanos Younger,
integrantes de la famosa pandilla de Frank y Jesse James.

En un hallazgo de casting,
todos los actores también eran hermanos,
con lo cual David pudo reunirse con Keith y Robert,
a la par de James y Stacey Keach,
todos vistiendo unos ominosos capotes grises que
volaban sobre sus monturas mientras se enfrentaban a los tiros
con los representantes de la ley y el orden.



En 1983, Carradine produjo y protagonizó
su única película como director, Americana,
sobre un veterano de la guerra de Vietnam
que no encuentra su lugar en la sociedad.

Todo lo que hizo después fue mucho y escasamente relevante
hasta que Quentin Tarantino lo rescató de ese limbo
y le dio un lugar de privilegio en las dos partes de Kill Bill (2003-2004)

Es verdad que allí no salía demasiado (casi nada en la primera),
pero era el peso de su sombra lo que importaba.

El Bill de quien La Novia (Uma Thurman) se quiere vengar hasta matar,
el primer motor de su odio, es nada menos que David Carradine,
el mismo que el miércoles apareció colgado de una soga
en la suite de su hotel en Bangkok.