martes, 25 de septiembre de 2012

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martes, 28 de febrero de 2012

CXXI


El Karate Okinawense ingresaba en FAK
Año 2010


domingo, 26 de febrero de 2012

CXX


Soken, el cisne blanco

(Artículo escrito por Sensei Doglioli en los
años ´70, publicado por la revista YudoKarate)

Existen seres humanos cuya trayectoria está signada por la aventura.

La del karateca —10º dan— Hohan Soken es una de ellas.

Su historia es —en su medida— la de
cientos de miles de okinawenses que un día emigraron
hacia otras tierras sin saber cuándo sería el regreso
—o si habría regreso siquiera-,
vieron el mundo y después de muchos años,
de mucho soñar y esperar,
regresaron para reencontrarse con aquellas
cosas que dormían en la memoria.

Sabemos —por ejemplo— que Soken
nació en la isla de Okinawa en 1889,
en cuna de príncipes, pero que por esas
jugadas trascendentes de la vida,
se crió como un simple republicano de mesa pobre y vivir frugal
sin los halagos que le hubieran brindado sus títulos regios.

Pero tuvo la suerte que un tío suyo,
Nabe Matsumura,
asumiera su tutela y le devolviera
un poco de su antiguo esplendor.

Sabemos también que llegó a la Argentina en 1920, a los 31 años,
después de recorrer durante casi una década
muchos países americanos en busca de fortuna,
y que regresó a su tierra natal en 1946,
es decir, después de un cuarto de siglo de ausencia,
que hoy vive en Kaneda —Okinawa— y que a los 87 años
conserva la plasticidad de un Cisne Blanco,
como lo llaman en la isla.

Es evidente que nadie vive veintiséis años en un país sin dejar rastros.

¿Qué fue lo que Soken hizo entre nosotros?

Es difícil precisarlo.

La bruma del tiempo empaña esos años de residencia argentina.

Al iniciarse los años veinte la colonia japonesa en el país
alcanzaba apenas a unas 8 mil, a lo sumo 10 mil, almas.

En ese encuadre podemos presumir que Soken no tendría parientes,
aunque si un grupo étnico introvertido pero acogedor,
y que su trabajo no habría sido, precisamente, el de profesor de karate.

Primero porque en esos años los argentinos
en su totalidad ignoraban que existieran lo que,
hoy llamamos artes marciales.

Interesaban otras cosas, otros deportes.
Cualquier muchacho de entonces se desviviría
por imitar la solvencia futbolística de Ludovico Bidoglio,
de Recanatini o de Cherro,
antes que aprender las técnicas que pudiera exhibir Soken.

En honor a la verdad histórica
puntualicemos que la incidencia que pudo haber tenido
Soken en el karate argentino carece de relevancia.

Importa sí computar para una justa cronología que vivió aquí,
en Buenos Aires,
que tuvo una tintorería en Barracas al Sur,
que algunos lo recuerdan borrosamente,
otros hablan de él como un hombre silencioso,
reconcentrado que de tanto en tanto
despuntaba el vicio en alguna sesión marcial con sus paisanos,
que no formó ninguna escuela ni tuvo gimnasio.

Las personas consultadas —todas reclamaron el anonimato—
guardan una imagen confusa de Soken.
Después de Barracas parece que se avecinó en Caballito
allá por el treinta y tantos.
Y que después se corrió hasta Almagro.

En las historias de los hombres famosos como Soken
—fama que alcanzan en la edad madura—
reina una constante de contradiciones desconcertantes.

Su regreso a Okinawa —después de un cuarto de siglo de ausencia—
tampoco responde al esquema normal de un inmigrante,
es decir que Soken no sólo no dejó una escuela de karate
—en su forma primitiva si se quiere—
sino que tampoco pudo adaptarse al medio.

Nabe Matsumura era un personaje extraño,
tanto por su introversión como por su modus vivendi.

Era muy conocido en las islas Ryukyus
como un gran maestro de karate
aunque más bien reacio a enseñárselo a desconocidos.

Uno a quien rechazó como alumno fue nada menos que a Gichin Funakoshi.

Verdad o leyenda se cuenta que en su juventud
fue convocado por el rey de Okinawa, Sho Tai,
quien lo becó para que en la China estudiara a fondo
los principios de las artes de defensa en el templo de Shaolin.

Este detalle bordea la leyenda porque el templo de Shaolin
—suponiendo que Matsumura hubiera residido
en China en la última mitad del siglo pasado—,
ya no existiría, según los cálculos o al menos
no estaría consagrado al culto de las artes marciales.
Pero ambas cosas no quitan que Nabe haya sido
alumno de algún maestro chino
en la propia China y en el corazón de alguna de sus famosas escuelas.

A su regreso, sin embargo, tapió sus conocimientos
y sólo los comunicó a los miembros de su familia
y a uno que otro amigo.

Uno de ellos fue su sobrino Soken.

Y la enseñanza comenzó cuando éste tenía 13 años.

Diez años después, Matsumura le informaba que estaba en condiciones
de conocer a fondo los secretos del karate.

Con todos, como le prometiera su tío, o con algunos,
Soken se lanzó a la aventura americana.

No hace mucho relató parte de su vida profesional
aunque omitió hacer referencia a su vivencia argentina.

¿Por qué? Misterio.

En cambio se regodeó explicando como Matsumura
lo fue instruyendo en el más puro estilo okinawense,
como cuando se empeñaba en que imitara
algunos movimientos de las aves.
"Fíjate en el vuelo inmutable de las aves
a pesar de estar sometidas constantemente
a los cambios del viento conservan a la perfección el equilibrio",
le decía Matsumura.

Este fue el creador de una escuela,
de una célebre escuela de karate
junto con Itosu a fines del siglo pasado.

Su obsesión estilística la constituía el equilibrio.

Por eso instruía a su sobrino obligándolo a practicar katas
sobre una tabla que flotaba en una laguna,
y él sobre otra cuando hacían kumite.

EL OTOÑO DEL KARATECA

Soken vive cerca de la base aérea que los Estados Unidos tienen en Kadena.

El ruido de los jets no lo molesta, más aún, le encanta.

En el otoño de su vida, a los casi 90 años
se lo puede ver observando con mirada serena
la clase que imparten a sus alumnos.

Quienes lo conocen aseguran que su rostro
es apacible pero impenetrable.

El recuerdo de Buenos Aires está detrás de
esa muralla de ojos alertas todavía,
pero cansados por los años.

A cuantos les habrá enseñado karate?

¿Por qué no se quedó?

¿Qué extraño llamado sintió después de veintiséis años de ausencia?

¿Cómo después de tanto tiempo de no practicar con hombres de su talla
abrió en su tierra una de las escuelas más renombradas?

Es posible que estas y otras preguntas queden para siempre sin respuesta.

Lo cierto es que Hohan Soken pudo haber sido
el introductor del karate en la Argentina
la friolera de cuarenta años antes que comenzará su verdadera difusión.

En la Argentina y tal vez en América.

Pero tan sólo ha quedado de Soken un recuerdo descolorido
que la ciudad, en su inevitable crecimiento, ha terminado por borrar.

 

sábado, 25 de febrero de 2012

CXIX

 Itaya Sensei arbitrando un Shiai Kumite
en uno de los primeros torneos realizados en Argentina.
Años ´60

(Fotografía, gentileza Sensei Doglioli)

 Itaya Sensei

Inoue Sensei


Inoue Sensei en la actualidad




Karate J.K.A.
Pioneros en Argentina



CXVIII















KARATE UECHI


CXVII



CXVI



CXV


CXIV






CXIII


EDITORIAL
"El oponente mas poderoso está dentro de nosotros mismos"
Nishiyama Hidetaka Sensei

Sensei Nishiyama ha definido en unas pocas palabras
el proceso que lleva de la práctica de un arte marcial particular
-como el Karate Do-
al desarrollo personal que es el objetivo último del Budo.


En su opinión, el verdadero Karate
implica la búsqueda del Ippon,
un golpe definitivo en el que se aplican
todas las energías en un punto
y una oportunidad determinadas.


Si los practicantes se dedican asiduamente
a ejercitar este espíritu de Ippon;
es decir, si en cada uno de sus ejercicios cotidianos
y en cada uno de sus movimientos aplican
este espíritu de Ippon se verán obligados
a desarrollar permanentemente su
capacidad de concentración mental.


Según Sensei Nishiyama esta creciente concentración mental
crea un equilibrio emocional cuyo efecto
es el de descartar las ideas y pasiones negativas
conservando sólo aquello que es naturalmente positivo para la vida.

Cuando a través de la dedicación diaria
la concentración puede sostenerse bajo cualquier cirscunstancia,
la alquimia de la que hablaba Sensei Nishiyama
empieza a surtir un efecto permanente;
lo negativo queda atrás y lo positivo se arraiga
en nuestra persona como una actitud adquirida,
una nueva naturaleza.


Si comprendemos esto y lo llevamos a la práctica
es posible que a través de las artes marciales
logremos mejorar nuestro estilo de vida,
marcado por un negativísmo consuetudinario.

Hemos sido educados por mentalidades obsesivas
que le conceden el mismo valor a cualquier emoción,
gentes que se regocijan en la mediocridad.


Hemos confundido el pensamiento con la preocupación
y la responsabilidad con la compulsión.

Necesitamos una medicina para limpiarnos
de nuestras enfermedades culturales.


El Budo nos ofrece una salida.


¿ Cuántos tendrán paciencia para practicarla?


CXII




viernes, 10 de febrero de 2012

CXI

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jueves, 9 de febrero de 2012

CX




CIX






CVIII

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CVII





lunes, 30 de enero de 2012

CVI

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Sensei Augusto Delfos González,
principal discípulo de Tsuchiya Hideo Sensei,
creador de
NIPPON DEN KARATE DO TSUCHIYA RYU