viernes, 30 de diciembre de 2011

XCIV

-Click en las imágenes, para ampliar-

De acuerdo con una antigua anécdota,
el emperador Napoleón quedó asombrado y maravillado
al conocer la existencia de un país de Asia oriental que,
aunque pequeño, era independiente y no tenía armas.

Situado al sur de Japón, ese país,
antiguamente llamado reino de las Ryukyu
y ahora conocido como prefectura de Okinawa,
fue el lugar de nacimiento del karate.


Nadie sabe cuándo apareció el karate
por primera vez en nuestro amado Ryukyu.
En el pasado se mantuvo en estricto secreto de cara a los extranjeros
y no tenemos testimonios escritos que nos aporten información.


Hubo dos ocasiones en la historia de Ryukyu
en que las armas fueron prohibidas por edicto gubernamental;
la primera fue hace más de cinco siglos
y la segunda unos doscientos años más tarde.
Estas prohibiciones jugaron un papel importante
en el desarrollo del karate.
El primer bando sobre las armas se dictó durante
el periodo denominado Tres Reinos Unificados,
que creo que Ba Kin menciona en su Chinsetsu Yumiharí-zuki
(«Cuentos de Camelia de la Luna en forma de Arco»)

Hasta principios del siglo XV,
las islas Ryukyu estaban divididas en tres reinos independientes
-Chuzan, Nanzan y Hokuzan-, 
cada uno de ellos contendiendo por la supremacía sobre los demás.

Al final predominó Chuzan y el país fue unido bajo su rey,
el gran Sho-Hashi (1372-1439)

Inmediatamente después de conseguir su predominio,
estableció un gobierno no militar.

Proclamó un edicto prohibiendo estrictamente la posesión de armas,
ni siquiera una espada oxidada,
y convocó a estadistas y sabios de toda la nación
para formar una administración verdaderamente centralizada.
Durante los dos siglos siguientes,
los habitantes de las Ryukyu disfrutaron de una paz inalterada.

Luego, en 1609, fueron atacados por los Shimazu,
los gobernadores militares del feudo Satsuma
en el Kyushu meridional,
que consideraban los mares del sur parte de sus dominios.

Durante el periodo japonés Sengoku
(Guerra Civil / 1467-1568), 
las fuerzas de Shimazu adquirieron gran reputación
por su valor y ferocidad.

Sólo unos veintitantos años antes de
su ataque a las Ryukyus habían puesto en graves dificultades
al gran regente imperial, Toyotomi Hideyoshi,
en sus intentos de unificar Japón.
Los formidables samurais de Satsuma
se encontraron con una notable resistencia
cuando atacaron a las Ryukyu.

Un asalto frontal directo contra el puerto de Naha,
la puerta de Okinawa, fracasó y sólo después
de que una parte del ejército de Shimazu diera
un rodeo a la isla y atacara por sorpresa
el desguarnecido puerto de Unten,
pudieron finalmente los invasores poner pie en la fortaleza.

Entonces la situación cambió súbitamente a peor y Okinawa,
la isla principal, cayó en poder de Shimazu.
Bajo los Shimazu,
las armas fueron prohibidas de nuevo,
y esta vez tanto para el pueblo en general
como para las clases altas.

La mayoría de historiadores coinciden en que el karate,
la única forma de combate sin armas en Okinawa,
debe su creación a esta segunda prohibición,
ya que obligó a los habitantes de Ryukyu
a inventar un medio de autodefensa sin armas.

Sin embargo,
algunas técnicas de combate sin armas
deben haberse practicado incluso
antes de la invasión de Satsuma,
y así es más plausible que este nuevo edicto
actuara simplemente como catalizador para estimular
el refinamiento de técnicas ya existentes.
Dado que las Ryukyu eran un estado tributario de China,
hubo periodos de frecuente contacto
entre ellas y Fukien en el continente.

Debió de ser muy natural que el kenpo chino (Lit.: «método del puño»)
fuera importado por las islas.

Ciertos elementos del kenpo probablemente
se adaptaron e incorporaron a los estilos indígenas de lucha.

Por supuesto, algunos estilos kenpo se transmitieron intactos,
conservando sus formas originales.

De este modo nacieron los dos precursores del karate-do, Okinawa-te y To-de.

De niños, oímos hablar a nuestros mayores de To-de y Okinawa-te,
y es muy razonable suponer que el primero
se refería a formas de lucha
que seguían la tradición china del kenpo
y el segundo a técnicas nativas de combate.

(...) 



"Puesto que nadie hacía del karate su profesión,
se descuidó la tradición histórica.
Quienes lo enseñaban lo hacían sencillamente por interés personal,
y quienes lo estudiaban lo hacían sólo porque les gustaba"
O Sensei Funakoshi Gichin.


EL KARATE EN LAS ISLAS RYUKYU

Habiendo sido prohibidas las armas,
la práctica de los métodos de combate sin armas
pronto se desarrolló en secreto,
ya que era comprensible que los habitantes de las Ryukyu
fueran reacios a ni siquiera admitir que tales cosas existieran.

Los métodos de lucha, y especialmente
los referentes a la instrucción y entrenamiento del karate,
se ocultaron cuidadosamente a los ojos
de los señores feudales de Satsuma.
La práctica de no revelar
los principios del propio arte a los extraños
no se limita al karate;
también es característica del kendo
y de otras artes marciales.

Sin embargo,
no hay comparación con las grandes precauciones
adoptadas para preservar el karate en las Ryukyu,
que incluían una autoprohibición
de mantener testimonios escritos.

En el periodo Meiji (1868-1912),
cuando ya no existía la necesidad de ocultarse,
la tradición durante siglos de conservar en secreto
la práctica e instrucción del karate
seguía profundamente arraigada entre el pueblo.
Dado que no hay testimonios escritos,
prácticamente no se sabe nada sobre
quiénes crearon el karate y sobre cómo se transmitió.

Cualquier información que tengamos hoy
sobre su desarrollo histórico se ha transmitido oralmente y,
precisamente debido al secreto,
la tradición suele ser desesperadamente vaga.

Intentar clasificarla con datos fiables
es como tratar de atrapar las nubes.
Tal como he dicho antes,
incluso cuando mis colegas y yo éramos niños,
todo lo relativo al karate
se mantenía estrictamente oculto.
No hace falta decir que no habla dojos
como hoy ni instructores profesionales.

El famoso maestro Matsumura era un oficial militar
al servicio del rey de las Ryukyu y Uehara,
de quien se dice que había desafiado a Matsumura a un combate,
era un artesano del metal.

El maestro Azato,
que tan cordialmente me distinguió con su guía y atención especial,
era un tonochi, posición similar a la de señor de un pequeño feudo.

El maestro Itosu, a quien debo agradecer la enseñanza
de Katas tales como Heian, Tek-ki y otros,
era secretario privado del rey de las Ryukyu.
Puesto que nadie hacía del karate su profesión,
se descuidó la tradición histórica.
Quienes lo enseñaban lo hacían sencillamente por interés personal,
y quienes lo estudiaban lo hacían sólo porque les gustaba.

Cuando estudié bajo la dirección del maestro Azato,
considerado el mayor experto en karate de su tiempo,
yo era su único discípulo,
y cuando entrené con el maestro Itosu,
él tenía muy pocos discípulos,
menos incluso que los dojos actuales más modestos.
La costumbre del secreto perduró en Okinawa
hasta hace muy poco tiempo.

Hace unos diez años recibí un comunicado
de un anciano caballero que decía:
«Conozco un kata que nunca he enseñado a nadie,
pero que deseo transmitirle antes de morir».

Agradecí profundamente sus cordiales intenciones,
pero lamentablemente no podía
viajar fácilmente de Tokio a Okinawa y regresar.

Por una parte,
estaba muy ocupado con mi trabajo
y no tenía tiempo libre.

Sin embargo, en esa época mi tercer hijo, Gigo,
tenía asuntos que atender en Okinawa,
por lo que pedí que le enseñara el kata en mi lugar.
El anciano caballero se alegró mucho de la visita de Gigo.

Cuando llegó el momento de enseñar el kata,
cerró firmemente todas las puertas y ventanas,
de modo que fuera imposible atisbar nada desde fuera.

Cuando la instrucción concluyó, el anciano dijo:
«Ahora puedo morir en paz.
Entre los hombres a los que he rehusado enseñar
había uno que me seguía importunando
hasta que finalmente tuve que ceder.
Pero alteré la forma y los movimientos clave.
Por tanto, si surge alguna duda sobre este kata en el futuro,
dile a tu padre que el kata que te he enseñado es el correcto».

Cuando yo era joven,
casos como éste todavía eran bastante comunes.
Esto ayuda a explicar por qué hay
tantas variantes diferentes en
lo que originalmente era un solo kata.

Además, siempre existe el riesgo potencial
de que un estudiante interprete mal un kata,
alterando en consecuencia su transmisión
y causando distorsiones.

Insistiremos en ello posteriormente.


"Kara, con el significado «vacío», implica
autodefensa sin armas, con manos vacías,
y esto es apropiado".
Funakoshi Gichin O Sensei



MANOS CHINAS, MANOS VACÍAS


En Okinawa siempre hemos utilizado los términos Okinawa-te y To-de.
Hasta después de mi llegada a Tokio
mis discípulos y yo mismo no empezamos a utilizar
la denominación karate-do.

En Karate-do Kyohan (Tokio: Kodansha International, 1973)
expliqué detalladamente por qué empleábamos este nuevo término,
y aquí desearía subrayar de nuevo las razones.

1. Dado que no hay testimonios escritos,
no se sabe con seguridad si el kara en karate
se escribía originalmente con el carácter X
que significa «China», o con el carácter
W, que significa «vacío».
(Ambos caracteres pueden observarse al final de la nota)


Durante la época en que la admiración
por China y las cosas chinas estaba en su apogeo,
en las Ryukyu existía la costumbre de utilizar
el primer carácter para referirse a cosas de calidad fina.

Influido por esta práctica,
en tiempos recientes karate ha empezado
a escribirse con el carácter X
para conferirle un sentido de clase o elegancia.


2. Sin embargo, este uso puede hacer
que el karate se confunda con el kenpo chino.
Los kata y el kumite que estudiamos
ahora y nuestro método de práctica son independientes
del kenpo chino y
muy diferentes del mismo.
(Sin embargo, debe observarse
que el karate actual de Okinawa contiene
algunos katas aparentemente inalterados desde
su transmisión original desde China)


3. Ahora que Japón se ha convertido en
una nación de primer orden mundial, ya no
es adecuado utilizar X como nombre de
este arte únicamente japonés.


4. Kara, con el significado «vacío», implica
autodefensa sin armas, con manos vacías,
y esto es apropiado.


5. Al igual que un valle vacío puede propagar
el sonido de una voz, también la persona
que sigue el Camino del karate debe
conseguir el vacío liberándose de todo
egoísmo y toda codicia.
Vacíate por dentro,
pero obra rectamente por fuera. Éste es el
verdadero significado del «vacío» en karate.


6. Una vez que uno ha percibido la infinidad
de formas y elementos del universo, se
vuelve al vacío, a la sensación de vacuidad.
En otras palabras, el vacío no es más que la
verdadera forma del universo. Hay diversas
técnicas de lucha -yarijutsu («técnicas de
lanza») y bojutsu («técnicas de bastón»),
por ejemplo- y formas de artes marciales
tales como judo y kendo. Todas comparten
un principio esencial con el karate, pero sólo
éste establece explícitamente la base de
todas las artes marciales.
Forma equivale a vacío;
vacío equivale a forma.
El uso del carácter W en karate
se basa realmente en
este principio.


Algún tiempo después de que yo empezara
a preconizar el uso de los caracteres actuales para escribir karate 
recibí una carta de protesta de un hombre de Okinawa.


La carta decía: «Recientemente he oído que en Tokio 
usted ha cambiado el kara en karate de X a W;
y deseo preguntarle las razones que ha tenido para hacer eso.

El carácter X se ha utilizado a lo largo de nuestra historia
y estamos acostumbrados a usarlo.

¿Qué le ha llevado a cambiarlo tan repentinamente?»
Aún hoy hay muchas personas en Okinawa que opinan así.

En respuesta a la carta, solamente pude decir:

«En Karate-do Kyohan he explicado detalladamente mis razones.

Le agradecería que tuviera la amabilidad
de consultar mi explicación allí».
En realidad no existe evidencia
que ligue el uso del carácter X con los orígenes del karate.

En los viejos tiempos la gente no tenía
específicamente en su mente los caracteres chinos
cuando hablaban de karate.

Yo mismo no veo ningún sentido para utilizar X.

Además, no hay más parecido entre nuestro karate-do
y las artes nacionales chinas del kenpo de Shaolin,
Tamo-ch'uan y otras que el que hay
entre la lucha y el sumo.

Además de las apariencias exteriores,
hay diferencias fundamentales en los métodos de entrenamiento,
en la actitud con respecto a la práctica
y en la motivación del espíritu.
Según recuerdo, en 1891 o 1892,
cierto maestro del Shuri Jinjo Koto Shogakko 
en Okinawa empezó a enseñar karate a sus discípulos.

Entonces los alumnos de la escuela primaria
eran mayores que ahora y
era corriente que tuvieran hasta veinte años.

Más tarde, cuando llegó el reclutamiento militar,
se pudo observar durante los exámenes médicos
que los que habían tenido entrenamiento de karate
se distinguían inmediatamente de los demás
debido a su buen desarrollo físico,
y esto llegó a ser tema de conversación.

Como resultado,
el delegado de educación de la prefectura,
Ogawa Shintaro, invitó al maestro Itosu
a asistir a una reunión de representantes de escuelas
y a hacer una demostración de karate entre sus alumnos.

Ogawa quedó sumamente impresionado
por la demostración y las opiniones de Itosu.

Poco después, en un informe al ministro de Educación,
enumeró los méritos del karate.

El ministro reconoció el valor del entrenamiento del karate-do
y dio permiso para introducirlo en
los programas de educación física
de los Institutos de Okinawa
y de la Escuela Militar.
Después de varios siglos de ser mantenido como
un secreto estrechamente guardado,
el karate podía ser enseñado abiertamente por primera vez.

Por entonces mis colegas y yo
habíamos estado implicados en karate
durante diez años o más,
pero habíamos mantenido estricto silencio
sin que la gente lo supiera.
Durante la guerra chino-japonesa un joven
entrenado intensamente por Itosu durante varios meses
se alistó en el ejército.

Cuando fue destinado a la División de Kumamoto,
el médico examinador observó su
bien equilibrado desarrollo muscular y dijo:
«He oído que eres de Okinawa.
¿Qué arte marcial has practicado?»
El recluta replicó que las labores agrícolas
es todo lo que había hecho.
Pero un amigo que estaba con él dijo abruptamente:
«Ha estado practicando karate».
El doctor sólo murmuró: «Ya veo, ya veo»,
pero quedó profundamente impresionado.
Tal como explicaré en la segunda parte de este libro,
los katas de karate implican movimientos
en todas direcciones y, por tanto,
no influyen en una sola dirección.

Además, los pies se usan tanto como las manos
y se emplean todo tipo de movimientos,
incluyendo giros y saltos,
por lo que se desarrollan por igual los cuatro miembros.

Ésta es una de las principales características distintivas
del entrenamiento del karate.
Uno o dos minutos son suficientes para completar un solo kata.

Los katas más cortos requieren sólo entre treinta y cuarenta segundos.

Dentro de esta breve duración,
cada uno entrena de acuerdo con su propia fuerza y habilidad física.

A medida que se adquiere más capacidad
a través de la práctica,
se ejercita uno más y puede realizar una
amplia serie de ejercicios.

Ver a un joven robusto y vigoroso en una
escuela de karate resoplar y jadear
después de sólo uno o dos minutos de práctica
permite darse cuenta de lo arduo que
puede ser el entrenamiento.

Por otra parte,
dado que la cantidad de ejercicio
viene moderada por la habilidad individual
y la capacidad física,
no hay peligro de sobre esfuerzo por parte
de los físicamente débiles o de los principiantes desentrenados.

Estos dos aspectos, el breve periodo del ejercicio
y el hecho de que cualquiera puede entrenar,
sea cual sea su constitución o su fuerza,
son la segunda característica
distintiva del entrenamiento de karate.
En tercer lugar, no se necesita equipamiento
ni instalaciones especiales.

Además, el karate puede practicarse solo,
con otra persona, o con un grupo de cien o doscientas personas.
Si el karate se utiliza para defensa propia,
puede generar una potencia tremenda
que transforma todo el cuerpo en un arma.

Además, en menos de un año
uno llega a darse cuenta de la adaptabilidad
del espíritu humano
y demostrar gran capacidad para
perfeccionar tanto la mente como el cuerpo.
En mayo de 1922,
el Ministerio de Educación patrocinó la
Primera Exhibición Atlética Anual,
que se celebró en Ochanomizu.
Como presidente de la
Asociación de Artes Marciales de Okinawa,
la Oficina de Asuntos Educativos me pidió que
aprovechara esta oportunidad e introdujera
nuestro arte marcial nativo en el propio Japón.

Acepté con entusiasmo y empecé a hacer los
preparativos de mi viaje a Tokio.

Dado que me considero un mal orador,
pensé de qué modo podría explicar este arte marcial único
a personas que por primera vez oirían hablar de él y lo verían.

Después de mucho reflexionar,
decidí llevar a Tokio fotografías
de las técnicas de mano y de pie,
los katas y kumites;
las clasifiqué y dividí en tres rollos
para facilitar su manejo.
Había planificado originalmente regresar a mi casa de Okinawa
inmediatamente después del acontecimiento,
pero durante la exhibición recibí un mensaje de Kinjo Saburo
diciendo que Kano Jigoro, el gran maestro de judo,
deseaba aprender karate conmigo.

Al no considerarme yo mismo digno de tal honor,
lo decliné humildemente,
diciendo que debía volver a casa
inmediatamente después de la exhibición.

Sin embargo, me ofrecí a realizar
una visita a su dojo antes de regresar.

La respuesta fue:
«Sería pedir demasiado que me visitara sólo por mí.
Le ruego espere dos o tres días.
Me gustaría que otros le vieran».

Cuando visité el Kodokan tres días más tarde,
me encontré frente a un
selecto grupo de unos cien judokas.
No tenía nadie que me ayudara.
Afortunadamente un joven llamado Gima Shinkin,
que había sido instructor de karate en Okinawa,
estaba en Tokio asistiendo al Tokio Shoka Daigaku
(precursor de la Universidad Hitotsubashi).

Accedió a actuar como mi compañero
y juntos demostramos los katas y kumite.

Varios katas, especialmente Kan-ku,
parecían interesar particularmente a los espectadores,
y nos pidieron que los repitiéramos varias veces.
Después de la demostración, hubo sesión de preguntas y respuestas,
primero con los más jóvenes y luego con los estudiantes avanzados.

Más tarde, mientras sosteníamos una agradable charla,
Kano Sensei me preguntó cuánto tiempo tardaría
él en aprender todos los katas.

Cuando le respondí que creía que tardaría más de un año,
él replicó: «Bien, no puedo obligarle a que
se quede aquí todo ese tiempo,
pero desearía que me enseñase al menos dos o tres».

Sentí profunda admiración por la comprensión de este gran maestro
del mundo de las artes marciales.
Mi plan de regresar a casa se aplazó y,
empezando por Kodokan y la Academia Militar Toyama,
pronto recibí solicitudes formales de información
detallada sobre karate por parte de grupos
y asociaciones tan diversas
como la Asociación de Abogados,
el Grupo de Atletismo de la Escuela Secundaria,
un círculo de pintores llamado Club Poplar
y la familia Sho.

Aun reconociendo mis limitaciones,
sentí que debía hacer todo lo que pudiera
para el progreso del karate-do.

Hice todo lo posible para visitar a todos
y cada uno de los grupos que solicitaban
una conferencia o una demostración.

Gradualmente aumentó el número de estudiantes
que siguieron breves cursos de entrenamiento
y los que más destacaron llegaron a ser mis discípulos.

Pronto me ofrecieron trabajo en varias escuelas.

Desde entonces he estado continuamente involucrado
en estas actividades y he llegado a la conclusión
de que es poco probable que tenga ocasión de regresar a casa.
«¿Cuántos estilos de karate hay?»
es una pregunta que me han formulado con frecuencia.

Puede parecer una pregunta muy sencilla,
pero en realidad es muy difícil.

Debido a que el karate tiene un aspecto profundamente personal,
puede decirse que cada karateka tiene su propio karate.

En realidad hay factores más simples y menos subjetivos
que contribuyen a la aparición de una amplia variedad de estilos.

Por citar un ejemplo, la incapacidad de una persona
para realizar los movimientos correctos de un kata,
o su fallo en dominar las técnicas,
puede conducir a alteraciones en el kata.

O, debido a falta de diligencia,
los estudiantes pueden aprender
una forma incorrectamente.

Otras personas,
que no han practicado durante mucho tiempo,
olvidan el kata original e improvisan
sus propios movimientos.

Algunos no distinguen los hábitos
y la particular idiosincrasia de su instructor
de las partes realmente integrales del kata.

Podemos decir que hay muchos factores
que pueden conducir a cambios en un kata,
pero sería impropio considerar las variaciones resultantes
como estilos realmente diferentes de karate.
Hay también muchas personas que intentan
mezclar algún conocimiento de jiu-jitsu con un poco de estudio de karate.

El resultado es extraño y no merece ser llamado de ninguna manera.

Dentro de la misma tónica,
algunos intentan alardear de su mezcolanza
del estilo tal y cual de karate o de Kenpo.

Sería muy lamentable llamar
a todo esto estilos de karate.
Demasiados maestros de karate lo son
sólo porque así se proclaman ellos mismos.

De vez en cuando acuden a mi dojo hombres
que se anuncian como el «primer estudiante de un determinado maestro».

Lamentablemente, «primer estudiante»
puede ser algo muy ambiguo,
y de ello no se deduce necesariamente
que esa persona haya alcanzado un
alto nivel de habilidad;
al contrario, muy frecuentemente quienes así se autocalifican
son extremadamente deficientes en cuanto a capacidad.

Sólo cabe preguntarse de dónde procede su atrevimiento
para autoproclamarse expertos en karate.

Si nos tomáramos en serio el karate
de tales individuos, el número de estilos sería ilimitado.
Hace algunos años llevé a mis alumnos al Butokuden en Kioto
para participar en una demostración conmemorativa de artes marciales.

El karate estaba incluido en el programa
en la sección de judo.

Cuando leí los nombres de los diversos grupos de karate,
quedé muy sorprendido por el gran número de estilos de karate
y de escuelas de los cuales no había oído hablar nunca.

Cuando llegó el momento de sus demostraciones,
aún quedé más sorprendido de que se parecieran
tan poco al verdadero karate.

Profundamente desconcertado,
creí que debía pedir disculpas a los otros observadores.

Se trataba de un karate que yo,
que he dedicado muchos años a ese arte,
no podía reconocer como tal.

Cuando un estudiante me pregunta
cuántos estilos de karate hay,
¿debo mencionar estas aberraciones?

Confundir al público como hacen
estos hombres sería imperdonable.
Por lo que sé, los únicos estilos que han sido
reconocidos desde siempre son el Goju-ryu del maestro Miyagi
y el Shito-ryu del maestro Mabuni.

Nunca he dado un nombre al karate que yo estudio,
pero algunos de mis discípulos
lo denominan Shotokan-ryu.
Contemplando los katas,
es posible dividirlos en dos grandes categorías generales.

Los katas de la primera categoría son pesados y duros.

Son particularmente adecuados para
desarrollar musculatura y fuerza física.

En la segunda categoría los katas son ligeros y rápidos.

Se hace énfasis en la agilidad y la rapidez,
y uno puede aprender a moverse con
la velocidad de un halcón.

Nuestros ancestros se referían al primero
como Shorei-ryu y al segundo como Shorin-ryu.

Más que llamarlos ryu, «estilo»,
podría ser más exacto referirse a ellos como fu, «tipo», «manera».

En cualquier caso, es solamente una división general,
pues los katas Shorin contienen acciones lentas y pesadas
y en los katas Shorei pueden verse acciones ligeras y rápidas.

Ambos tipos de katas deben practicarse y estudiarse objetivamentemente,
de modo que no se aprenda un tipo con exclusión del otro.


Carácter X

Carácter W

-------------

Título:
 
Karate - Do Nyumon
El texto introductorio del Gran Maestro.


ISBN: 84-255-1441-X

Autor:
Gichin Funakoshi

Editorial:
Hispano Europea SA (Barcelona - España)


Colección:
Herakles

Contacto:


Todos los textos corresponden a Funakoshi Gichin
Todas las ilustraciones idem, excepto, 
Toudi Jutsu y Karate do, tomado de
"Bubishi, la Biblia del Kárate", autor Patrick McCarthy,
Editorial Tutor, Madrid - España. 


jueves, 29 de diciembre de 2011

XCIII

- Click en la imagen, para ampliar-

Funakoshi Gichin O Sensei
( 1868 - 1957)
Padre del Karatedo Japonés