jueves, 4 de junio de 2009

ADIOS PEQUEÑO SALTAMONTES:


A LOS 72 AÑOS,
MURIO DAVID CARRADINE
El adiós de Kwai Chang Caine

Fue su personaje más célebre, pero estuvo muy lejos de ser lo único que hizo:
Carradine no sólo fue una figura de la contracultura,
sino que también actuó a las órdenes de Ingmar Bergman.
Y, claro, fue el Bill de Tarantino.


Las filmografías atestiguan que hizo más de cien películas
e incontables programas de televisión,
pero el público lo identificará para siempre como Kwai Chang Caine,
el impasible monje budista de la serie Kung Fu,
que en los años ‘70
–cuando el hippismo fue definitivamente asimilado por la sociedad del espectáculo–
supo instalar en el imaginario colectivo la idea de que
artes marciales y paz espiritual podían ir de la mano.

La muerte encontró el miércoles a David Carradine
en la habitación de un hotel en Bangkok,
donde el actor estaba filmando una película para el productor Chuck Binder,
quien descubrió su cuerpo sin vida.

Según el diario tailandés The Nation,
que cita fuentes policiales, Carradine se habría suicidado.

Tenía 72 años, cinco matrimonios, cuatro divorcios
y toda una leyenda asociada a su linaje familiar
y a su perfil como figura de la contracultura
de la escena estadounidense.


Hijo de John Carradine,
uno de los grandes actores de reparto
del Hollywood de la era de oro,
David –nacido el 8 de diciembre de 1936– heredó de su padre
no sólo un rostro que parecía tallado a cuchillo
sino además una vocación por el cine que también
pegó en sus hermanos menores, Keith y Robert Carradine,
y que él a su vez transmitió a sus hijas Calista y Kansas, también actrices.

Nacido en Hollywood,
David estudió en la Universidad de San Francisco,
primero teoría y composición musical para inclinarse luego
por la carrera de Arte Dramático y hacer sus primeras armas
en una compañía estudiantil shakespeariana.

En 1965, ya en Nueva York,
la repercusión que tuvo en Broadway
su protagónico en The Royal Hunt of the Sun,
donde interpretaba a un joven rey inca,
lo devolvió a Hollywood, donde enseguida encontró lugar
en incontables series de televisión,
desde La ley del revolver hasta Ironside pasando por Galería nocturna.


El protagónico de Kung Fu

–que le valió un premio Emmy al mejor actor
por la primera de sus tres temporadas–
coincidió a su vez con una de sus películas fundamentales,
Pasajeros profesionales (Boxcar Bertha, 1972),
uno de los mejores y menos conocidos films de Martin Scorsese.

Allí, con producción de Roger Corman y junto a Barbara Hershey,
daba vida a un indómito líder sindical enfrentado a
la violenta corporación del ferrocarril durante la Gran Depresión,
un luchador que terminaba
–en una metáfora católica típica del cine de Scorsese–
crucificado en un vagón de carga.


También con producción de Corman filmó a las órdenes
del director Paul Bartel la fantasía futurista Death Race 2000 (1975)
y la road movie Cannonball, carrera contra la muerte (1976)

Pero Carradine daría un nuevo salto en su carrera
cuando se puso en la piel del mítico trovador Woody Guthrie en Bound for Glory (1976),
de Hal Ashby, donde reforzó su identificación entre persona y personaje,
un rebelde dando vida a otro legendario rebelde.



Inmediatamente después, Carradine fue convocado
por el gran director sueco Ingmar Bergman para El huevo de la serpiente (1978),
donde interpretó a un acróbata de circo estadounidense
perdido en la República de Weimar de 1923,
acosada por la inflación y los primeros signos de un nazismo incipiente.

Que Bergman pusiera a su musa Liv Ullmann
como coprotagonista da testimonio de la confianza
que tenía en Carradine, quizás no tanto por su virtuosismo dramático
como por su fuerte personalidad y potente presencia en cámara.


Ese temperamento volvería a ser clave en Cabalgata infernal (1980),
notable western dirigido por Walter Hill en el cual Carradine
interpretó a Cole, el mayor de los hermanos Younger,
integrantes de la famosa pandilla de Frank y Jesse James.

En un hallazgo de casting,
todos los actores también eran hermanos,
con lo cual David pudo reunirse con Keith y Robert,
a la par de James y Stacey Keach,
todos vistiendo unos ominosos capotes grises que
volaban sobre sus monturas mientras se enfrentaban a los tiros
con los representantes de la ley y el orden.



En 1983, Carradine produjo y protagonizó
su única película como director, Americana,
sobre un veterano de la guerra de Vietnam
que no encuentra su lugar en la sociedad.

Todo lo que hizo después fue mucho y escasamente relevante
hasta que Quentin Tarantino lo rescató de ese limbo
y le dio un lugar de privilegio en las dos partes de Kill Bill (2003-2004)

Es verdad que allí no salía demasiado (casi nada en la primera),
pero era el peso de su sombra lo que importaba.

El Bill de quien La Novia (Uma Thurman) se quiere vengar hasta matar,
el primer motor de su odio, es nada menos que David Carradine,
el mismo que el miércoles apareció colgado de una soga
en la suite de su hotel en Bangkok.




miércoles, 3 de junio de 2009

XIX

TOYAMA Seiko Sensei.

SHINJO Kiyohide Sensei.

Uechi ryu Karatedo.

martes, 2 de junio de 2009

XVIII




Del Full Contact, lo que sobrevive es el “espíritu” ,
su auténtica búsqueda de la efectividad deportiva,
a través de una práctica viril y contundente.
En ese sentido, hubo un antes y un después del Full Contact.
Sin el Full, la posterior explosión de los DD. CC.,
no hubiese existido, al menos no así como se dio.
El Kick Boxing, el Thai Boxing, el Grappling, el Vale Todo,
indudablemente se beneficiaron del terreno antes arado,
por el Full Contact.
Incluso las Artes Marciales autodenominadas tradicionales
fueron notoriamente influidas por el Full.
Nada volvió a ser lo mismo y estas tuvieron que incorporar
al menos cierto grado de contacto a la práctica. Casi todas.

Salvo algunos bolsones que se mantuvieron
patológicamente fijados a la tradición y aún continúan así.
Pero su práctica semeja más a una clase
de Arqueología o Paleontología, que a la de un Arte de Combate.
Incluso una disciplina tan tradicional como el karate,
en algunos casos incorporó reglamentos deportivos,
como el de Daido Juku Kudo Karate, por ejemplo,
que utilizando protecciones, compiten a contacto pleno y en las tres distancias:
de pie, derribos y piso.
Algo impensable,
antes del Full Contact y,
más acá en el tiempo,
antes del Vale Todo.

En cambio como especialidad, “como reglamento”,
el Full Contact está en retroceso;
no extinguido, pero casi.
El Full Contact, como un exquisito deporte de combate,
legado de Occidente, basado en boxeo inglés y patadas
propias de las artes marciales,
aunque adaptadas al contacto pleno,
no atraviesa su mejor momento.
Tal vez, el peor, desde su nacimiento.
Y no es casual.
Para hacer Full Contact, hay que saber.
Hay que saber boxear bien,
y patear bien, para ser efectivo “en un pedacito”,
que va de la cintura para arriba
(si exceptuamos las barridas)
No es para cualquiera.
Hay que saber en serio.
Y llegar a saber en serio requiere tiempo,
dedicación y la guía de un Maestro idóneo
¿Cuántos de esos Maestros hay actualmente?
¿Y cuántos chicos quieren dedicar tiempo a perfeccionarse?
Muy pocos.

Los ´90, con su credo de supuesta eficacia,

pero real inmediatez, superficialidad y falta de ética,
impregnaron todos los órdenes de la vida.
También, por lo tanto, los DD. CC.
Así se priorizó la práctica de un Kick Boxing “europeo”,
que “fabrica competidores como hamburguesas”.
En tres meses un chico tiene que subir a un ring,
a tirar low kick y zapallazos
¿Qué otro recurso puede dominar en tres meses?
No importa, dicen. Lo que importa, agregan,
es hacer torneos, y para eso se necesitan competidores.
Lamentablemente, la mentalidad de “comida rápida” infectó todo;
también, la formación de competidores.
Es una vergüenza, pero es así.