En julio de 1983, mi padre murió.
Él había integrado durante muchos años la Secretaría de Informaciones de Estado.
Fue velado, como sus pares, con los honores de rigor.
El día del funeral, cuando llegué al lugar y me acerqué a verlo,
pude observar el contraste entre el estupendo féretro,
la suntuosidad del entorno,
y la absoluta sencillez de un rostro visiblemente consumido por la enfermedad,
una muy penosa que lo había arrasado en el último año.
Hasta entonces, aunque gravemente enfermo, había permanecido en él,
si bien sumamente debilitado, algo que ahora ya no estaba.
Eso que faltaba -la vida misma-, era su KI.
Lo había abandonado, vuelto al todo.
Tan simple como eso.
Llevaba yo casi 10 años en las Artes de Combate.
Pero fue recién ese día cuando aprehendí que KI es la vida,
que esa energía vital -que nos habita-
hacía la diferencia entre aquél que había sido mi padre,
y ese cuerpo inerte al que ahora yo velaba.
KI
KI no es una fuerza misteriosa que sólo está presente en algunos elegidos.
Sí es cierto, en cambio, que no resulta fácil abordar su estudio,
cuando lo hacemos desde una cultura tan distinta de la nuestra,
como es la oriental.
Pensadores de distintas civilizaciones han sabido de la existencia
de este principio vital que anima todo lo que existe,
y al que los místicos de la India denominaron "Prana"
y los filósofos chinos, "Chi".
En Occidente, los rosacruces, por ejemplo,
lo llamaron "Principio Vital Universal",
y Antón Mesmer, "el fluido vital universal".
La medicina homeopática clásica nos habla de la "energía vital",
una fuerza suficiente para determinar que eso que es materia, sea vida.
"Sin esta fuerza vital el organismo se entrega a la
propia potencialidad del universo y aparece entonces la putrefacción,
la desintegración de lo que hasta entonces estaba vivo".
Para la medicina oriental el cuerpo humano
es "energía estructurada", animada por una "fuerza vital"
que actúa a través de dos opuestos complementarios
que se equilibran: Yin y Yang.
Esta "energía vital" anima y activa todos los órganos del cuerpo,
circulando a través de meridianos.
Si no encuentran trabas, entonces Yin y Yang
permanecen en equilibrio y el cuerpo conserva la salud.
Cuando estos opuestos complementarios se desequilibran,
el sistema inmunológico se debilita y sobreviene la enfermedad.
Los desequilibrios de Yin y Yang pueden producirse
por mala alimentación, descanso insuficiente
y por distintos estados anímicos:
miedo, estrés, entre otros.
O SENSEI UESHIBA MORIHEI
Y SENSEI TOHEI KOICHI.
El Maestro Tohei Koichi aporta el siguiente ejemplo:
la batería de un coche permanece cargada cuando
el vehículo rueda frecuentemente.
Cuando esto no sucede la batería se descarga.
Pasa lo mismo con el KI que consumimos
durante las actividades diarias,
que es reemplazado fundamentalmente por el KI del universo.
Así como una batería debe ser periódicamente recargada,
lo mismo sucede con el KI personal,
cuya renovación completa por KI del universo,
tiene lugar a través cerebro durante el sueño profundo,
cuando nos relajamos por completo.
Ese flujo y reflujo constante entre nuestro KI y el KI del universo,
es la esencia de la vida.
Cuando ese ida y vuelta se interrumpe definitivamente,
es la muerte.
BUDO
O Sensei Ueshiba Morihei hacía hincapié en
la necesidad de alcanzar la armonía psicosomática,
si se pretendía descubrir el KI y utilizarlo,
particularmente en el Budo.
El pensamiento, las palabras, los actos,
la postura, la respiración, la actitud,
entre otros, debían ser Uno.
La calidad del KI dependería de la interrelación de estos factores,
porque KI es la fuerza que resulta
de unir cuerpo y mente.
HARA
Para los japoneses, el asiento del KI reside en el Hara,
el vientre, centro de gravedad del cuerpo humano;
un punto que se encuentra situado unos 4 centímetros
por debajo del ombligo.
Éste tiene para ellos tal importancia,
que lo consideran un segundo cerebro.
El cuerpo y la mente se unifican en ese punto.
El KI se irradia desde el Hara.
Todas las energías musculares, nerviosas, psíquicas e instintivas
convergen en el Hara.
Allí está el origen de todo movimiento
y el centro de todo el ser.
El dominio del centro es primordial en las Artes Marciales:
unificar cuerpo y mente,
concentrar todas las energías en el Hara,
y desde ese punto, proyectar el movimiento.
En las Artes del Budo,
KI se exterioriza lanzando, en el momento de la acción,
un grito primario y visceral
(gutural-abdominal, desde el Hara),
breve y potente, llamado KIAI.
El KIAI ayuda a concentrar la energía;
el KI, en un instante y una acción.
También logra frecuentemente, paralizar al adversario,
inhibiendo transitoriamente sus facultades mentales
y por lo tanto, su capacidad de respuesta.
Es a través del KIAI y de la técnica,
que aplicamos el poder energético del KI.
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