lunes, 3 de noviembre de 2008

VI




En julio de 1983, mi padre murió.
Él había integrado durante muchos años la Secretaría de Informaciones de Estado.
Fue velado, como sus pares, con los honores de rigor.


El día del funeral, cuando llegué al lugar y me acerqué a verlo,
pude observar el contraste entre el estupendo féretro,
la suntuosidad del entorno,
y la absoluta sencillez de un rostro visiblemente consumido por la enfermedad,
una muy penosa que lo había arra­sado en el último año.

Hasta entonces, aunque gravemente enfermo, había permaneci­do en él,
si bien sumamente debilitado, algo que ahora ya no esta­ba.

Eso que faltaba -la vida misma-, era su KI.
Lo había abandona­do, vuelto al todo.
Tan simple como eso.

Llevaba yo casi 10 años en las Artes de Combate.
Pero fue recién ese día cuando aprehendí que KI es la vida,
que esa ener­gía vital -que nos habita-
hacía la diferencia entre aquél que había sido mi padre,
y ese cuerpo inerte al que ahora yo velaba.


KI

KI no es una fuerza misteriosa que sólo está presente en algunos elegidos.
Sí es cierto, en cambio, que no resulta fácil abordar su estu­dio,
cuando lo hacemos desde una cultura tan distinta de la nuestra,
como es la oriental.


Pensadores de distintas civilizaciones han sabido de la existen­cia
de este principio vital que anima todo lo que existe,
y al que los místicos de la India denominaron "Prana"
y los filósofos chinos, "Chi".
En Occidente, los rosacruces, por ejemplo,
lo llamaron "Prin­cipio Vital Universal",
y Antón Mesmer, "el fluido vital universal".

La medicina homeopática clásica nos habla de la "energía vital",
una fuerza suficiente para determinar que eso que es materia, sea vi­da.
"Sin esta fuerza vital el organismo se entrega a la
propia poten­cialidad del universo y aparece entonces la putrefacción,
la desinte­gración de lo que hasta entonces estaba vivo".


YIN - YANG

Para la medicina oriental el cuerpo humano
es "energía estruc­turada", animada por una "fuerza vital"
que actúa a través de dos opuestos complementarios
que se equilibran: Yin y Yang.


Esta "energía vital" anima y activa todos los órganos del cuer­po,
circulando a través de meridianos.
Si no encuentran trabas, en­tonces Yin y Yang
permanecen en equilibrio y el cuerpo conserva la salud.
Cuando estos opuestos complementarios se desequilibran,
el sistema inmunológico se debilita y sobreviene la enfermedad.

Los desequilibrios de Yin y Yang pueden producirse
por mala alimentación, descanso insuficiente
y por distintos estados anímicos:
miedo, estrés, entre otros.


O SENSEI UESHIBA MORIHEI
Y SENSEI TOHEI KOICHI.

El Maestro Tohei Koichi aporta el siguiente ejemplo:
la batería de un coche permanece cargada cuando
el vehículo rueda frecuentemente.
Cuando esto no sucede la batería se descarga.
Pasa lo mis­mo con el KI que consumimos
durante las actividades diarias,
que es reemplazado fundamentalmente por el KI del universo.
Así como una batería debe ser periódicamente recargada,
lo mismo sucede con el KI personal,
cuya renovación completa por KI del universo,
tiene lugar a través cerebro durante el sueño profundo,
cuando nos relajamos por completo.


Ese flujo y reflujo constante entre nuestro KI y el KI del univer­so,
es la esencia de la vida.
Cuando ese ida y vuelta se interrumpe definitivamente,
es la muerte.

BUDO

O Sensei Ueshiba Morihei hacía hincapié en
la necesidad de al­canzar la armonía psicosomática,
si se pretendía descubrir el KI y utilizarlo,
particularmente en el Budo.
El pensamiento, las palabras, los actos,
la postura, la respiración, la actitud,
entre otros, debían ser Uno.
La calidad del KI dependería de la interrelación de estos fac­tores,
porque KI es la fuerza que resulta
de unir cuerpo y mente.

HARA

Para los japoneses, el asiento del KI reside en el Hara,
el vientre, centro de gravedad del cuerpo humano;
un punto que se encuentra situado unos 4 centímetros
por debajo del ombligo.
Éste tiene para ellos tal importancia,
que lo consideran un segundo cere­bro.
El cuerpo y la mente se unifican en ese punto.
El KI se irradia desde el Hara.
Todas las energías musculares, nerviosas, psíquicas e instintivas
convergen en el Hara.
Allí está el origen de todo movimiento
y el centro de todo el ser.


El dominio del centro es primordial en las Artes Marciales:
uni­ficar cuerpo y mente,
concentrar todas las energías en el Hara,
y desde ese punto, proyectar el movimiento.


KIAI

En las Artes del Budo,
KI se exterioriza lanzando, en el mo­mento de la acción,
un grito primario y visceral
(gutural-abdominal, desde el Hara),
breve y potente, llamado KIAI.


El KIAI ayuda a concentrar la energía;
el KI, en un instante y una acción.
También logra frecuentemente, paralizar al adversario,
inhibiendo transitoriamente sus facultades mentales
y por lo tanto, su capacidad de respuesta.

Es a través del KIAI y de la técnica,
que aplicamos el poder energético del KI.


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